Reseña de la clase “Sin agujero, tratamiento posible del
autismo y la psicosis en la infancia y adolescencia” Dr. Miguel Furman.
El
viernes 7 de septiembre se lleva a cabo la quinta clase del seminario clínico
anual. El analista invitado plantea la
perspectiva de la orientación lacaniana para diferenciar al autismo como una
estructura sin agujero simbólico-imaginario siendo esto preliminar a todo
tratamiento posible. Para contextualizar nosográficamente el autismo y la psicosis
en la infancia hace una breve referencia a tres tiempos históricos que ubica
Paul Bergerie agregando un cuarto momento. Los inicios del sXVII está dedicado
a la discusión sobre el retraso mental o idiocia con el paradigma del caso Víctor
o “el salvaje de Aveiron” en el año 1728. Luego en 1880 el tratado de
psiquiatría infantil y el pasaje de retraso mental a dementia precosísima. En
un tercer momento Bleuler ubica en 1911 al autismo como un síntoma de la
esquizofrenia y en 1930 Kraepelin describe casos de autismo a los que llama
demencia precoz. Aparecen Melanie Klein con el caso Dick, Bruno Bettelheim,
Tustin, Meltzer y otros autores que aportan al tratamiento del autismo y la
psicosis en la infancia. Se destaca a Leo Canner quien menciona al autismo como
una especificidad nosológica independiente y no como un síntoma. Luego en los
años 40 Hans Asperger desarrolla el síndrome con el mismo nombre. El cuarto
momento que agrega Furman viene con la enseñanza de Lacan, Manonni, los Lefort,
y los desarrollos más actuales de Maleval y Eric Laurent quien plantea
precisamente la forclusión del agujero en el autismo. El DSM formula la categoría
de Trastorno del Espectro Autista (TEA) perdiéndose nuevamente especificidad
alcanzada. El psicoanálisis se sirve de los registros imaginario, simbólico y real
para el abordaje clínico. Lo imaginario permite tratar al cuerpo fragmentado
como una imagen completa en el yo, como una esfera sin agujero que vela lo real
del cuerpo fragmentado. El autista está en relación directa a lo real del
cuerpo sin la mediación imaginaria, es una relación directa al autoerotismo sin
llegar al narcisismo primario. En lo simbólico no opera el significante del
nombre del padre por lo que no se constituye una cadena significante, sino que
el significante permanece iterado. La iteración implica que el significante se
itera en lo real, hay un significante solo que se itera como se puede observar
en la ecolalia o en el cuerpo con el head banging, el rocking o el flapping. La
forclusión del agujero implica que no hay borde ni cuerpo imaginario-simbólico.
Al no realizarse la extracción del objeto y no pasar al campo del Otro,
prevalece lo real de los objetos de la pulsión sin diferenciar interior de
exterior ya que la topología es la del agujero real como banda de moebius. El
retorno del goce aparece así en el borde a diferencia de las psicosis. Pero el
autista también tiene un tratamiento propio de su cuerpo real, se arma un
cuerpo con el “encapsulamiento” o ritualización de sus actos como límite de su
cuerpo y barrera al Otro. Un recurso suele ser el fenómeno de doble real que funciona
como suplencia al cuerpo que no tiene, es un cuerpo que lo acompaña. El tratamiento
posible entonces no es la modificación conductual de un trastorno o la
corrección intrusiva de la pedagogía sino acompañar su trabajo de invención
propiciando la construcción de un neoborde. La cuestión deriva en cómo tratar
la iteración sin la vía simbólica. Para finaliza el docente retoma los
conceptos con un caso de su práctica que causó variadas preguntas y una
interesante conversación con el auditorio.
Marcos
Pelizzari